Las rosas de Orwell, de Rebecca Solnit
Si alguien no ha parado de crecer con el tiempo es George Orwell, modelo de consecuencia, independencia intelectual y espíritu crítico. Es el protagonista de este ensayo exquisito que, como ocurre siempre con Solnit, agarra caminos laterales para sorprenderse —y sorprendernos— con historias que en principio no tienen nada que ver con el tema central, como ocurre en este libro con los pasajes dedicados a Tina Modotti y Jamaica Kincaid.
Rostros de una desaparecida, de Javier García Bustos
Un libro conmovedor, escrito con un estilo astillado pero a la vez muy cercano, donde el autor reconstruye la vida de su tía Sonia —la hermana de su madre—, funcionaria de la Policía de Investigaciones y militante del MIR, que fue detenida en 1974 por agentes del Estado. Nunca más apareció. Se trata de un texto donde lo íntimo se vuelve colectivo, un trabajo que nos acerca al dolor sin final que significa no poder enterrar a un ser querido.
Pura pasión, de Annie Ernaux
La protagonista narra de manera excepcional —por su sutileza, precisión y valentía— lo que significa ser amante: vivir en la espera. El recuerdo del último encuentro y la expectativa del que viene es lo que le da sentido a una mujer que se maravilla cuando compra algo de ropa, ve una película o prepara una comida, y se da cuenta que todo tiene que ver con ese tiempo mágico, irreal de algún modo, en el que se encuentra incluso cuando él no está. Es la pasión absoluta que la envuelve entera.
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